Quién es un investigador

Exposición de la historiadora en el Encuentro de Jóvenes Investigadores 5, realizado en la Biblioteca Sarmiento en octubre de 2005.


Contestar la pregunta planteada y responder algo que aporte y complemente a lo ya expresado por los colegas y amigos que me preceden, realmente se me vuelve muy difícil y más aún cuando debo dirigirme a jóvenes que casi no conozco, que sólo puedo intuir en sus dudas. Además, siento que tengo que decirles algo nuevo y que a su vez provenga de mi experiencia de vida como investigadora.

¿Qué más puedo decirles a los jóvenes santiagueños que desean formarse como investigadores en la universidad o que están haciendo sus primeros trabajos? Entiendo que lo más importante que yo he comprendido y de lo que pocas veces hablamos es que las instituciones educativas sólo ayudan en el desarrollo de un investigador pero que no pueden crearlo como tal. Digo esto porque he logrado entrever que la estructuración de una persona como investigador se da de otra forma, durante múltiples, personales y azarosos caminos que no tienen relación directa con la educación formal, tal como nos lo indica la existencia de personas con alta capacidad de indagación y reflexión y con escaso acceso a la educación institucionalizada.

Estos múltiples caminos de vida son los que posibilitan la existencia de un ser que puede vivir casi siempre rodeado de dudas, sintiendo gran placer en ello, mientras lo normal es que la gente sucumba y se angustie ante la perplejidad constante. Es que una vez que alguien acepta vivir en la duda y en la búsqueda de respuestas transitorias que, a su vez, abrirán el camino a nuevas preguntas, nadie puede controlar su desarrollo ni se puede reducir la duda al espacio del trabajo, no se la puede encadenar, todo lo que se mire entra en revisión. Un pequeño infierno cotidiano que todos nosotros conocemos y que constituye una de las bases sobre la que se construye nuestra comunidad. Sólo aquellos que porten este don o talento o problema pueden vivir con placer realizando un trabajo mal pago, de escaso reconocimiento social e institucional y que, incluso, los aleja de la familia y del mundo durante los largos períodos donde nos sumergimos en otros tiempos y espacios para mejor comprenderlos.

Es muy importante saber si uno tiene ese don o no lo tiene, o si es escaso. Si ya dentro de la Universidad ustedes ven que les interesa de sobremanera el conocimiento y los llena de felicidad ir comprendiendo cada vez más el mundo y las distintas perspectivas desde las cuales se lo analiza, pero observan que todo lo que ustedes conocen (a través de su vida cotidiana, de la de su familia, de su trabajo, etc.) no entra en la más mínima contradicción con ninguna de las lecturas realizadas ni sus interpretaciones, que todo marcha hacia una mejor y placentera comprensión del mundo cada vez más compleja, todo indicaría que portan escasamente el don del investigador o que no lo tienen.

No hay que amargarse por ello, en absoluto, todo lo contrario, en tanto podrán desarrollarse como excelentes docentes universitarios que ocasionalmente desarrollarán alguna muy buena investigación, publicarán muy buenos libros de síntesis, pero vivirán con mayor paz y tranquilidad e incluso hasta desearán y podrán ocupar cargos de gestión universitaria que para el otro grupo estarán vedados, salvo que lo hagan por necesidad y sacrificando sus más fuertes intereses.

Les comento esto porque yo entiendo que después que uno se responde a esta pregunta inicial, todo lo demás tiende a solucionarse paulatinamente. Claro está que no se soluciona solo y es allí donde la institución y el apoyo de los colegas de más experiencia son indispensables. La lectura orientada, constante y sistemática, los ejercicios dirigidos a responder respuestas a problemas recortados con su necesaria expresión escrita, el relevamiento de las posibles fuentes de información y de los trabajos previos, todo eso conforma un bagaje indispensable para poder trabajar y publicar dentro de una comunidad con reglas previas de funcionamiento. Pero, insisto, nada de este sistemático trabajo tendrá sentido a largo plazo si, desde lo muy interno del joven investigador, no surge ni se entrecruza constante y agobiadoramente, la actitud dudosa, reflexiva, indagativa que es lo que define a un investigador, sea o no un universitario.

Palomeque, Silvia (dir.) Isabel Castro Olañeta; Sonia Tell; Élida Tedesco; y Carlos Crouzeilles (2005): Actas del Cabildo Eclesiástico. Obispado del Tucumán con sede en Santiago del Estero, 1592-1667.

El documento fue recuperado, transcripto, corregido y editado por Silvia Palomeque y sus colaboradores Isabel Castro Olañeta; Sonia Tell; Élida Tedesco; y Carlos Crouzeilles. Recordemos que las actas habían sido trasladadas a Córdoba en 1699 junto con otros bienes de la catedral, por lo que su exhumación tres siglos después en el Museo Ferreyra Esta obra constituye una pieza de extraordinario valor en la historiografía santiagueña que ofrece un amplio campo a la investigación y enriquece el conocimiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y de ambos con los pueblos y etnias locales.

Un comentario

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